Comentario
La mejora de las comunicaciones introducida en el amplio mundo islámico y sus relaciones exteriores permitieron adaptar o difundir nuevas plantas cultivadas, aunque las mediterráneas tradicionales conservaron mayor importancia. Siria, Egipto y el Magreb eran las principales zonas productoras de trigo y cebada. El olivo se extendió mucho, por ejemplo en Siria y Túnez, porque el consumo de aceite en la alimentación creció al estar vedado el de grasa de cerdo. Por el contrario, el consejo de la tradición contrario al consumo de vino fue responsable de que el viñedo se redujera en muchas regiones a la condición de cultivo muy secundario, pues sólo se consumía la uva fresca o pasa, pero en al-Andalus y en el Siraz persa no se cumplió tanto aquella recomendación y hubo, además, viticultura practicada en diversas regiones por minorías judías y cristianas. Entre las especies extendidas a nuevas regiones en los primeros siglos cabe destacar la caña de azúcar, objeto de grandes plantaciones en el bajo Iraq, el algodón, en cuyo cultivo destacaron la alta Mesopotamia y Siria, el arroz, la palmera datilera, los cítricos, plantas tintóreas como el índigo, especias como el azafrán, frutales y hortalizas como el albaricoque, las espinacas o las alcachofas, además de diversas plantas medicinales.